ESTACIONES DEL MONCAYO. SEGUNDA PARTE.
¿He dicho que son unas ruinas, sí, pero unas ruinas magníficas, verdad? Pues la estación de Portillo de Soria es un buen ejemplo. Y eso que el día lluvioso impedía ver el Moncayo, con su cima siempre imponente, ya sea verano o invierno, justo delante, a un tiro de piedra. Y eso que la estación está completamente en ruinas, y que la naturaleza es la dueña y señora del espacio en el que antes esperaban los viajeros. Y eso que los caminos estaban en tan mal estado que casi era imposible llegar. Pero aún así, a pesar de toda la lluvia y todos los problemas, merecía la pena acercarse a verla. Porque en su modestia, en su intento de camuflaje vegetal, en su intento de diluirse entre el paisaje, la estación era una ruina espléndida, casi diría que una ruina maravillosa. Aunque, claro, uno no puede dejar de pensar en cómo sería ver pasar los trenes por aquí, las viejas locomotoras de vapor, los lentos trenes que llenaban de humo y ruido el tranquilo campo. Aquello sería todo un espectáculo...
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