ESTACIONES DE LA SERRANÍA, PRIMERA PARTE.
Como un faro en una isla perdida, sin nadie más viviendo en cientos de quilómetros, así debía sentirse el jefe de estación de Enguidanos en la largas noches de invierno, o cuando las nevadas dejaban aislada la estación. Situada entre un largo túnel y un más largo aún puente, perdida entre bosques y barrancos, la estación está tan lejos del pueblo que es matemáticamente imposible que nadie viniera a coger el tren aquí. Hoy en día se alza orgullosa en su olvido antiguo, en su soledad tranquila y soberbia, y nos desafía con su indiferencia natural, esa indiferencia de los barcos abandonados a la deriva y que, no se sabe cómo, consiguieron llegar a su playa.
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